martes, 4 de septiembre de 2012

BIOGRAFIAS DE AUTORES ECUATORIANOS


José de la Cuadra (1903-1941)

 

  • Abogado
  • Profesor del colegio Vicente Rocafuerte
  • Vicerrector del colegio Vicente Rocafuerte
  • Subsecretario de Gobierno
  • Secretario general de administración pública
  • Visitador consular
  • Delegado del Gobierno para el estudio de leyes
  • Escritor
  • Presidente del Centro Universitario de Guayaquil
  • Presidente de la Federación del Sur de Estudiantes Universitarios
osé de la Cuadra nació en Guayaquil, el 3 de septiembre de 1903. Su infancia desarrollo en una relativa estrechez económica.
De la Cuadra realizó sus estudios en su ciudad natal. En 1921, culminó el bachillerato en el Colegio Nacional Vicente Rocafuerte, y en 1929, se graduó de abogado en la Universidad de Guayaquil.
La vida universitaria De la Cuadra fue alternada con el magisterio, el periodismo, la política y la literatura. Desempeñó las funciones de profesor de Moral y Gramática en el Colegio Vicente Rocafuerte; también fue bibliotecario y, con los años Vicerrector del mismo plantel.
Las primeras incursiones literarias pertenecen a su época de colegial. Durante 1919-1920 formó parte de laredacción de la revista “Juventud Estudiosa”. En ella colaboraron, entre otros bandos, Medardo Ángel Silva, José Maria Egas, Jorge Carrera Andrade, Augusto Arias, Gonzalo Escudero, todos ellos cultivadores del “retrasado modernismo ecuatoriano” del que José de la Cuadra no se pudo sustraer. De allí que las primeras publicaciones tengan esta influencia. En la ya mencionada “Sangre de Incas. A la memoria de Santo Chocano”, “A la pálida”.
A la época del estudiante universitario corresponden sus primeras actividades políticas. Fue presidente del “Centro Universitario de Guayaquil” y de “La Federación del Sur de Estudiantes Ecuatorianos”. En 1925, en unión de sus coidearios, fundó “la Universidad Popular”.
Es probable que en 1931 haya escrito “Los monos enloquecidos”. Así lo indica de la Cuadra por medio de las palabras “del protagonista al autor”, que sirven de introducción a la obra, sin embargo, el texto inconcluso de esta obra no se publico hasta 1951.
Desde 1931 hasta 1935, De la Cuadra colaboró en revista “Semana Grafica”, publicada por la editorial “El Telégrafo”.
En 1932 sale a la luz, en España, una colección de cuentos titulada “La vuelta de la locura”. Eran seis relatos de los cuales cinco habían formado parte “El amor que dormía”, y otro, había integrado “Repisas”.
En 1932 se publico la primera edición de “Horno”. El libro comprendía once cuentos; en estas páginas campea “el dolor, la venganza, la miseria, las aberraciones sexuales, reclamando enmiendas”. Una segunda edición data de 1940, y en ella se incluye “La tigra”.
En 1933, aparecieron una serie de artículos literarios, tanto en periódicos nacionales como en revistas extranjeras. En la Revista “Americana” de Buenos Aires se publicaron: “Iniciación de la novelística ecuatoriana”, “Advenimiento literario del montubio” y “¿Feísmo? ¿Realismo¿”. En la Revista “Claridad”, también de Buenos Aires, publico unartículo dedicado a la poesía de Gonzalo Escudero y, en Guayaquil, escribió para “El Telégrafo” “Personajes en busca de autor”,
La gran obre narrativa de José de la Cuadra, “Los Sangurimas”, fue publicada en Madrid en 1934. Contenía ademáscinco cuentos: “Sangre expiatoria”, “Candado”, “Calor de yunga”, “Barraganía” y “Shishi la chiva”.
En 1937, publicó en el editorial “Imán” de Buenos Aires, su ensayo sobre el montubio ecuatoriano. En este tratado, de la Cuadra recoge todos sus conocimientos sobre el alma y costumbres del hombre de nuestro litoral.
El 14 de octubre de 1937, aparece “Ecuador, país sin danza”, este es un ensayo en el cual indica las razones por las que, según el autor, nuestro pueblo no baila.
En 1937 interviene nuevamente en la política. Fue Secretario General de la administración del General AlbertoEnríquez.
En 1938, mientras trabajaba en el Gobierno de Enríquez, fue designado agente consular, cargo que le permitió visitar distintos países de Sudamérica y ponerse en contacto con notables escritores.
En 1938, publicó su ultimo libre “Guasinton”. Se trata de una colección de catorce cuentos, dos crónicas y seis reseñas que comprenden diferentes momentos de su creatividad literaria y, por lo tanto, datan de diferentes fechas; unas incluso, no se han podido precisar.
En 1938, se imprimió el Folleto “Sanagüin, novela azuaya”.
En 1940, apareció en la revista “Hombre de América”, de Buenos Aires, el cuento “Galleros”; lo fabulesco y lo legendario van a caracterizar este relato.
José de la Cuadra falleció en su ciudad natal, el 2 de febrero de 1941, en plena actividad literaria, cuando proyectaba escribir dos biografías, una, sobre el General Eloy Alfaro y, otra sobre Pedro Montero, caudillos liberales ecuatorianos.
SUS OBRAS LITERARIAS
Es evidente que su temprana madurez hizo notar en los años treinta, con una producción que no cesaba de aparecer bajo el rigor de una clarísima inteligencia y las demandas de un gusto bien cultivado. En todo el corto lapso de menos de un decenio, consiguió de la Cuadra la creación de cuentos, novelas, artículos y ensayos, que tienen mas cualidades de solidez y gracia que los trabajos que otros se han esforzado en realizar en un tiempo tres veces mayor. Y ellos, a pesar de que de la Cuadra sentía repugnancia por la improvisación, vicio de mediocres. Pero las tentativas reveladoras dataron de la época de su adolescencia. Esto es, de cuando el autor apenas contaba dieciséis años de edad. Para entonces demostraba ya un talento fecundo, que naturalmente vacilaba -eso es lo que conmueve por ser signo de honradez intelectual en el periodo difícil de la iniciación- entre inexperiencias de técnica, debilidades en el enfrentamiento a los asuntos, inestable dominio del lenguaje literario.
Entre sus principales obras son:
  • Oro de sol (1925)
  • Nieta de Libertadores
  • El extraño paladín
  • El amor que dormía (1930)
  • Repisas (1931)
  • Horno
  • La Tigra
  • Los Sangurimas (1934)
  • Los monos enloquecidos (1951)

MEDARDO ÁNGEL SILVA

 

Medardo Ángel Silva nació en Guayaquil el 8 de junio de 1898, y murió de forma trágica el 10 de junio de 1919 en la misma ciudad (dos días después de haber cumplido 21 años). Escritor, poeta, músico y compositor, es considerado el mayor representante del modernismo en la poesía ecuatoriana. Quedó huérfano de padre a muy temprana edad y su madre, con la pequeña pensión que su esposo les había dejado, construyó una modesta casa en la Avenida del Cementerio. De niño entró a estudiar en la escuela de la Filantrópica, cercana a su casa. Por esa época todas las tardes, decansando sobre una hamaca, contemplaba el interminable desfilar de los entierros rumbo al cementerio. De allí la fijación que el poeta expresaría más tarde hacia la muerte. También de niño le gustaba mucho la música, e incluso solía practicar con frecuencia el piano en el convento de los padres agustinos.
Por el año de 1910 ingresó al colegio Vicente Rocafuerte, pero al cuarto año tuvo que abandonar sus estudios por falta de recursos. Entonces entró a trabajar en una imprenta local. Luego de abandonar el colegio, comenzó a intentar publicar sus primeros poemas. Estos fueron rechazados al principio por los diarios más importantes de Quito y Guayaquil, pero poco a poco empezaron a aparecer publicados en pequeñas revistas literarias que comenzaron a darle notoriedad. Aunque Silva no se graduó de bachiller, su condición de autodidacta lo llevó a ser maestro escolar e incluso a leer en francés; así se le facilitó el contacto con la poesía de los simbolistas franceses (Paul Verlaine, Arthur Rimbaud, Charles Baudelaire), quienes llegaron a ser sus más grandes referentes. Las influencias en su poesía, además, fueron el modernismo de Rubén Darío y el misticismo de Amado Nervo.
Para 1915 sus poesías, que mostraban una marcada melancolía, eran ya aceptadas en todos los diarios del país; además el joven adolescente entró a trabajar como editor en diario El Telégrafo, el cual era en ese tiempo el periódico de mayor circulacón nacional. En las páginas de este diario es que logra publicar por entregas su pequeña novela, María Jesús. En 1918 publica su primer y único libro de poesías, El árbol del bien y del mal. Del mismo sólo imprime 100 copias, por falta de recursos. Aunque el libro recibió aclamación por parte de los críticos de su tiempo, las ventas no fueron nada buenas, llegando incluso Silva a incinerar gran parte de los ejemplares al ver que en una librería no se había vendido ni uno.
Sin embargo, la popularidad de Silva en el ámbito literario seguía creciendo. Mas entonces ocurrió la tragedia. La muerte de Medardo Ángel Silva sigue siendo un misterio sin esclarecer: a los 21 años el joven poeta murió de un tiro en su cabeza junto a la casa de su novia, por lo que se declaró que fue un suicidio. También influyó en esta creencia el contenido de los poemas de Silva, el cual incluso llamó a la Muerte la libertadora del horror de la vida.
Pero posteriores análisis ponen en duda la teoría de que se habría suicidado, ya que la bala entró por detrás de su oreja. Sin embargo, nunca se investigó más allá y fue enterrado sin los ritos fúnebres católicos, asumiéndose que su muerte fue un suicidio y esto ha llevado a la construcción de un imaginario popular acerca de sus últimas horas, en él se habla desde que habría estado jugando con el arma y que su muerte fue un accidente, hasta que por una decepción amorosa habría tomado esa trágica decisión.
 Entre sus famosas obras literarias están:
  • El árbol del bien y del mal (poesías, 1918)
  • María Jesús (novela, 1919)
  • La máscara irónica (ensayos)
  • Trompetas de oro (poesías)
  • El alma en los labios
 El Alma en los Labios
Para mi amada
“Cuando de nuestro amor la llama apasionada
dentro tu pecho amante contemples extinguida,
ya que sólo por tí la vida me es amada,
el día en que me faltes me arrancaré la vida.
Porque mi pensamiento, lleno de este cariño
que en una hora feliz me hiciera esclavo tuyo,
Lejos de tus pupilas es triste como un niño
que se duerme soñando en tu acento de arrullo.
Para envolverte en besos quisiera ser el viento
y quisiera ser todo lo que tu mano toca;
ser tu sonrisa, ser hasta tu mismo aliento,
y así poder estar más cerca de tu boca.
Vivo de tu palabra, y eternamente espero
llamarte mía, como quien espera un tesoro.
lejos de tí comprendo lo mucho que te quiero
y, besando tus cartas, ingenuamente lloro.
Perdona que no tenga palabras con que pueda
decirte la inefable pasión que me devora;
para expresar mi amor solamente me queda
rasgarme el pecho, amada, y en tus manos de seda
dejar mi palpitante corazón que te adora!”

Jorge Icaza (1906 – 1978)

  

Nació en Quito. Vivió su infancia en una enorme propiedad rural, conociendo así, por observación directa, la aflictiva realidad de los indios, las características de su condición espiritual, sus costumbres. Aprobó en Quito los estudios escolares y parte de la ins­trucción media bajo la dirección de los frailes. Ingresó en la Facultad de Medicina, pero la abandonó poco después. Siguió entonces cursos de Arte Dramático, en el Conservatorio Nacional. La consecuencia inmediata de ello fue su profesión de actor, que la inició en 1928, y que estimuló sus primeras creaciones literarias. En efecto, lo que primero escribió estuvo destinado al teatro: “El intruso” (1928); “La comedia sin nombre” (1929); “Por el viejo” (1929); “Cuál es” (1931); “Como ellos quieren” (1931); “Sin sentido” (1932). La Compañía Dramática Nacional, a la que Icaza perteneció, puso en escena todos esos tra­bajos, cuyos temas habían sido tomados de conflictos íntimos de familia, o de prejuicios sociales. La experiencia personal de su autor, que llegó a conocer las exigencias del arte teatral, le fue de positiva utilidad en el dominio de la acción y en la desenvoltura de los diálogos.

Aunque no dejó de un modo definitivo la creación dramática, decidió probar su talento en la narración… el campo de su inspiración pasó a ser preponderantemente otro: el de los sufrimientos del indio y el cholo o mestizo en una sociedad corroída por el mal centenario de la discriminación racial, la desigualdad económica, las quiebras de la justicia y el sospechoso efecto de las leyes.
Sus nuevos libros fueron: “Barro de la sierra” (cuentos, 1933); “Huasipungo” (primer premio de la novela de Hispanoamérica en un concurso de la “Revista Americana” de Buenos Aires, 1934); “En las calles” (premio nacional de la novela del Ecuador, 1936); “Cholos” (novela, 1938); “Media vida deslumbrados” (novela, 1942); “Huairapamushcas” (novela, 1948); “Seis relatos” (cuentos, 1952); “El chulla Romero y Flores” (novela, 1958). Se publicó finalmente, en Buenos Aires, su novela postrera: “Atrapados”.
Icaza fue pues un escritor dedicado casi exclusivamente a su profesión literaria. Ha viajado por muchos países. Ha ejercido las funciones de Agregado Cultural ecuatoriano en la Argentina. Ha representado a su país en varios congresos intelectuales. Ha sido Director de la Biblioteca Nacional. Pero todo ello no ha tenido para él la significación que su labor de novelista, que es justamente la que le ha conquistado celebridad internacional. En la enunciada producción narrativa de Jorge Icaza se muestran muy evidentes sus objetivos de crítica social. Son ellos los que establecen la unidad de sus ideas combativas, y los que dictan el estilo de su relato y la persistencia de ciertos cuadros episódicos.
Su espíritu, atormentado de conflictos raciales, sigue pesando poderosa­mente el ancestro aborigen. Clarísimo testimonio de ello es el “Chulla Romero y Flores”, protagonista de la principal novela de Icaza. Y aun en este tipo de sus trabajos es corriente encontrar más de un episodio en que se mueven los indios rumiando su tragedia. Ahora bien, la intención política del narrador tiene un brío incontenible. Del retrato fidedigno da un salto brusco a la caricatura. Del análisis severo pasa resueltamente a la sátira.
Así también los conflictos anímicos de la mezcla racial del mestizo ecuatoriano se descubren por igual en los cuentos “Cachorros” y “Mama Pacha” y en las novelas “Cholos” y “El Chulla Romero y Flores”. Hay problemas colectivos, como el de la privación del agua a los campesinos, que tienen caracteres semejantes en el cuento “Sed” y en la novela “En las calles”. Y la confabulación de los explotadores contra el indio en“Huasipungo”, que es la novela a la que más se ha venido refiriendo la crítica.

PABLO PALACIO Y SU NARRATIVA

 


Pablo Palacio es uno de los autores más talentosos de nuestro país, su obra aunque fue escasa, es una clara referencia del talento que se perdió de este gran autor, ya que nunca llego a ser difundida como se merecía. Es muy importante que conozcamos un poco más acerca del más representativo escritor de la historia de nuestra literatura ecuatoriana. Pablo Palacio nace en Loja el 25 de enero de 1906. Hijo de Angelina Palacio y Agustín Costa, el padre, no lo reconoció. Éste, años más tarde cuando Pablo Palacio ya era famoso, intentó darle el apellido, el literato se negó. Este gran autor pertenecía a una rama empobrecida de los Palacio. Familia criolla y de abolengo aristocrático. Se casó en 1937, después de un largo enamoramiento, con la destacada artista Carmita Palacios. En 1939 Palacio empieza a manifestar síntomas de una terrible enfermedad, perdía la memoria constantemente y el hilo de las conversaciones. Al final, esta sería la enfermedad por la cual murió tiempo después en una clínica psiquiátrica de Guayaquil. Siete años duró su agonía, y fallece el 7 de enero de 1947.
Entre sus obras más representativa tenemos:
 Novelas:
-Un nuevo caso de mariage en trois —se dio a conocer como parte de la novela Ojeras de virgen cuyos originales se extraviaron— (Quito, 1925).
-Débora (Quito, 1927).
-Vida del ahorcado —novela subjetiva— (Quito, 1932).
 Cuentos:
-El huerfanito (Loja, 1921).
-El antropófago (Quito, 1926).
-Luz lateral (Quito, 1926).
-Brujerías (Quito, 1926).
-Un hombre muerto a puntapiés (Quito, 1927).
-Las mujeres miran las estrellas (Quito, 1927).
-La doble y única mujer (Quito, 1927).
-El Cuento (Quito, 1927).
-Señora (Quito, 1927).
-Relato de la muy sensible desgracia acaecida en la persona del joven Z (Quito, 1927); Una mujer y luego pollo frito (Quito, 1929).
-Cuentos hispanoamericanos, Ecuador (1992).
Su libro pertenece al género de prosa narrativa, son cuentos de realismo urbano o abierto, el nivel de escritura es en general culto y está dividido en diez cuentos. Este libro tiene básicamente como fondo el tratamiento de temas típicamente presentes en la realidad de la vida diaria de las ciudades ecuatorianas, que son comunicados en su máxima expresión, y entregan elementos de juicio para el lector inconforme e identificado con el texto, obviamente el mensaje no es directo y exige una lectura atenta y un análisis objetivo y subjetivo.
Pablo Palacio fue uno de los fundadores de la vanguardia en el Ecuador y América Latina, por tanto era un adelantado en lo que respecta a estructuras y contenidos narrativos por ser su obra casi no correspondida a los escritores del costumbrismo de su época.
En su narrativa desfilan seres anormales, casi locos, investigadores que elaboran hipótesis absurdas, casos clínicos, personajes dotados para el ridículo, todo ello manejado desde la ironía de un humorismo deshumanizado. Pablo Palacio es la imagen representativa de la Vanguardia, está claro que él se adelantó a su época; de acuerdo a su obra narrativa se ha calificado a Palacio  de anti romántico, porque presentaba seres anodinos y de vulgares pasiones, sus  libros lo convirtieron en el escritor joven más discutido y admirado entre la intelectualidad quiteña. Fue el innovador de los cuentos cortos, los cuentos que producían asco y desgracia a través de sus patéticos personajes; que tan simples como cualquiera de nosotros aparecían como únicos en sus desdichas y andanzas.
Sus cuentos de desgracias y melancolías, de conflictos y desdichas recreadas por sus personajes nos muestran un mundo trágico y con falta de valores, son narraciones en las que se alterna la primera y tercera persona. En estos cuentos el narrador se presenta como un amigo de los protagonistas, aún así los tonos burlescos dentro de la historia no están totalmente ausentes. El narrador adquiere una perspectiva crítica ante la realidad que lo rodea, hablamos de la década de los veinte. Palacio pretende retomar la realidad, alcanzando temas que estaban guardados y olvidados. La narración es literal a la realidad, pero también evoca el asco de las personas por su propio escenario. Su literatura trasciende al realismo abierto y critica a la sociedad quiteña en la que Palacio vivió. Propone una revolución literaria mediante la crítica, él mismo fue un revolucionario, inconforme con el ambiente en el que se desenvolvía.
A Palacio se lo critica por su forma fuera de lo común al escribir, y no es aceptado por los demás escritores de su tiempo por no escribir sobre el negro, el indio, el cholo, etc. Sus obras eran consideradas irritantes, hirientes, alucinantes, desafiantes, coléricas, absurdas, existenciales y difíciles de analizar, porque no seguían los cánones literarios de su época. Pero a pesar de las críticas se encuentra en Palacio a un hombre brillante, que fue afectado por las cosas que en su vida pasaron, y esto también debió de haber influido mucho en sus obras; dentro de la literatura ecuatoriana, es el caso insólito de una literatura fragmentada, esquizofrénica, con brillantes logros de forma y estilo.
Conclusión
La obra de Palacio es una obra muy completa, cuenta con una gran imaginación que aporta el autor; dentro de su obra se encuentran pequeños cuentos, como una especie de diario, su obra también es muy personal y subjetiva, al punto de mostrar sus conflictos emocionales una cierta especie de esquizofrenia que sobresale en su obra.

La Palabra

¿Qué es la palabra?

 

 La palabra es un espejo de la realidad; con su sonido  nos abre la puerta de una imagen que nos dice el estado de las cosas; sus rasgos, sus detalles, incluso aquéllos que nos negamos a ver apartando la mirada o trayendo en su lugar un silencio total  . Por eso es que el silencio dice más que mil palabras: porque ellas están ahí… detrás, sustentándolo; haciendo de él un silencio particular… especial; cargado de sentido  el que no hemos querido ver, por cierto.
¿Y qué ganamos con no ver lo que hay?
Quizá mucho… porque a veces la mentira es más piadosa que la verdad… o quizá nada… porque al no aceptar lo que hay, lo que le sigue es el vacío o espacio. Y entonces uno se mueve a pasos agigantados tratando de cubrirlo con cualquier cosa que nos llegue a mano; para no ver lo que hay, para no sentir el vacío. ¡Quizá nada ganamos cubriendo las cosas! Vaciando una botella, un almacén o el cuerpo de ropa.
Quizá sea quien nos significa, quien nos encarna. Y si realmente tiene ese poder, ¿qué ganamos con hacerlas salir vacías, con quitarles ese sentido que traen al salir de nuestros labios? Quizá guardamos ese sentido: se queda en nuestro interior haciendo un eco interminable hasta encontrar un hueco por donde salir, junto a nuestro hablar cotidiano. Y entonces nosotros pedimos perdón al que habla frente a nosotros por haber equivocado nuestro decir cuando se trata justo de lo contrario, porque al final ese error no es más que el eco de una verdad… esa que no quisimos ver. ¿Qué es entonces la palabra?
Si cuando optamos por decirla incluso puede mover montañas. Te amo. Te odio. Te admiro. Ya no te quiero. Te sigo esperando desde hace más de dos horas; por decir algo…
¿Qué será entonces la palabra, que a veces la ignoramos tanto?


JULIO ZALDUMBIDE GANGOTENA


 
Nació en Quito el 5 de junio de 1.833. Hijo legítimo de Ignacio Zaldumbide Izquierdo, combatió a lado del general José María Sáenz y fue asesinado a lanzadas después el combate de Pesillo, cuando estaba rendido. “Su nombre constituye baluarte de civilismo y signo de la saña del elemento militar extranjero adueñado del país” y de Felipa de Gangotena y Tinajero, quiteños.
Después de la primera enseñanza y de haber seguido los cursos de secundaria hasta graduarse de maestro o bachiller en Filosofía y Letras, ingresó a la Universidad Central con el intento de dedicarse a los estudios de Jurisprudencia, pero muy pronto los abandonó para seguir con ardor y entusiasmo a la literatura. “Era un joven de buenas maneras, de exquisito gusto, pero dado a la soledad y a la melancolía”.
En 1.852 escribió la poesía titulada “La estrella de la tarde”, primera de sus composiciones intimistas y de tono menor “en una atmósfera de amable melancolía y vaga tristeza, tan propia de la hora vespertina, vista por ojos románticos, donde campea su simpatía por la naturaleza y el canto al amor doloroso e imposible idealizado en Laura”.
Poco después y con motivo de conmemorarse el séptimo aniversario de la revolución marzista 6 de Marzo de 1.845– se presentó aún adolescente a la velada artístico- literaria de la “Sociedad de Ilustración” y subiendo al escenario declamó su “Canto a la Música”, causando magnífica impresión. Fragmento: El alma llena de delicias, cuando/ en el cristal suspira de la fuente;/ La estremece de horror, en el torrente/ que se lanza estruendoso en el peñón. // En el umbroso bosque, en la Colina/ finges la dulce voz de los amores/ y del vergel en las fragantes flores/ estático te escucha el corazón// Miguel Riofrío, “el poeta lojano que ejercitaba su justa autoridad ante los jóvenes estudiosos y que presidía la fiesta”, lo coronó. Zaldumbide tenía escasamente dieciocho años y de allí en adelante figuro activamente en el mundo de las letras.
 Según el 29 de noviembre escribió una elegía “A la memoria de la señora Juana Lama de Moncayo”, esposa del Dr. Pedro Moncayo y muerta al dar a luz a su hijo. En 1.855 publicó en el periódico “La Democracia” de Quito, otra elegía, a la muerte de Carmen Pérez Pareja. Ya era respetado en los medios cultos del país y se había granjeado numerosas amistades.
En 1.856 publicó su Silva titulada “A la soledad del campo” que según Hernán Rodríguez Castelo cambia sustancialmente su estilo. “Su poesía se tornó más amplia y libre y adquirió mayor aliento, usando combinaciones libres de versos de 11 y 7 sílabas y tomando a la naturaleza como objeto de contemplación. Y así surgió el ciclo de sus famosas poesías tales como “La Mañana”•, “La Tarde” y “La Noche”.
“En 1.857 atravesó una aguda neurosis que le ocasionaba desabrimiento y desencanto a todo y al ocurrir la muerte de su tía y suegra Rosa Gangotena de Gómez de la Torre escribió una elegía a su memoria. A fines de ese año adquirió el fundo “Paramba” situado en la región de Malbucho, que riega el río Mira en el camino el Pailón que acababa de abrirse y para marchar hacia la selva virgen hizo apuntes y resúmenes que debieron haberle costado muchas fatigas. El mismo hecho de aislarse en plena selva tropical, bella y poderosa soledad apacible, revela el cambio en su conducta; sin embargo no perdió enteramente su tiempo pues leyó a Tácito y a Tomás Moore y aunque no halló la ansiada felicidad que en ninguna parte está como él mismo confesaría después, gozó de una cierta quietud física y espiritual.
“Sus últimos años fueron sombríos y agobiados. Vivía tuberculoso y colmado de dolores, silencioso, amando a los suyos y ya no creía tanto en el destino incierto de los hombres porque la religión iba ganando terreno en su voluntad disminuida por el abandono, la pobreza y la enfermedad y murió el 31 de julio de 1.887 este patricio liberal, cuando sólo contaba 54 años.
De estatura más que regular, tez blanca, delgadísimo, ojos profundos y abundantes cabellos rizados y negros. Dejó ocho hijos y la estela inolvidable de su fama y su talento.
Fue un poeta elegante y exquisito formado en el más severo estudio, pero lleno de una genial apatía, pues no podía meditar y componer sin el ánimo bien apercibido; por eso sus trabajos iban saliendo de tarde en tarde y sólo a reiteradas solicitudes de sus amigos y admiradores. Cuando leía meditaba. El arte que no es inspiración es artificio. La poesía es meditación y recogimientos, las estrofas deben venir a una llamada de la emoción y la inteligencia; por eso, conforme iban pasando los años, sus versos van revistiéndose de gravedad, muy cercana a la Filosofía. Poeta – Filósofo se le llamó para indicar esta inclinación meditativa. Hizo poesía profunda, sobria y llena de buen gusto.- en la soledad del campo.

Poemas

EN TEMPESTAD SIN TREGUA DE BONANZA…
En tempestad sin tregua de bonanza
Sufrir, llorar, de amor la pena dura,
Sin ver para más grande desventura
Ni en tu esquivez ni en mi dolor mudanza.
Fingir acaso en bella lontananza
Dichoso porvenir a mi tristura;
Ver luego disiparse su luz pura,
y, cual siempre, quedar sin esperanza.
Aqueste es mi destino, Delia impía.
Más, tú contemplas con desdén mi llanto…
¡Ay! Si has de ser de piedra a la agonía
Del pobre corazón que te ama tanto,
¿De qué me ha de servir esta traidora
Llama que en él prendiste y le devora?



Federico Gonzales Suarez

Nació en Quito en 1.844, hijo legítimo de Manuel González Suárez, natural de la Plata en Colombia y de su prima hermana Mercedes Suárez Alzamora, quiteña. Nació débil y enfermo y se temió por su vida. En 1.847 su padre viajó a Colombia al saberse leproso y quedaron el niño y la madre en abandono y gran pobreza, subsistiendo por la ayuda del Obispo Garaycoa y de otras personas caritativas.

Su madre le enseñó las primeras letras, luego ingresó a la Escuela de Colombia que funcionaba en el Convento de San Francisco. Entonces lograron adquirir una pequeña casa en los arrabales frente a la quebrada de Jerusalén y recibió una carta del esposo que la llamaba, pero casi enseguida se enteraron de su muerte; matriculado en la escuela gratuita de Santo Domingo, en 1.851 hizo la Primera Comunión con su confesor el Canónigo Manuel Orejuela que le obsequió un ejemplar de “La religión demostrada al alcance de los niños” de Balmes, libro que leyó con fruicción a pesar de sus escasos 7 años.
En 1.854 enfermó tres meses pero logró salvarse con remedios comprados al fío. En 1.855 terminó la primaria y de once años solamente recibió la tonsura de manos del Obispo Garaycoa en el santuario de Guápulo; enseguida ingresó en la Universidad para continuar estudios secundarios.
En 1.859 vino la guerra y los reclutamientos forzosos. Deseaba entrar al Seminario pero no contando con medios económicos solicitó una beca y el Arzobispo Riofrío se la negó por ser hijo único de madre viuda y pobre.
Dejó los estudios 2 años, luego consiguió en 1.862 la ansiada beca de los jesuitas. A la semana, el Padre Francisco Javier Hernáez lo acogió en su favor e ingresó de novicio a la enseñanza de literatura, entonces fue atacado de viruelas pero sanó sin complicaciones.
En 1.863 arregló con Abelardo Moncayo la Biblioteca Nacional de Quito, trastornada por el terremoto de 1.859 y cuando éste salió de la orden, González Suárez fue puesto por sus superiores en observación, “por haber sido su amigo”.
En 1.871 pronunció un discurso sobre “La Poesía en América” que constituyó el inicio de su carrera como escritor y orador. En dicha ocasión dijo “Soy el ínfimo de los ecuatorianos pero a nadie cedo en amor a mi patria”, anciano expresará: “Yo solo leo las cosas de mi patria”.
De esa época de juventud es su “Estudio sobre Virgilio” donde critica el olvido de las lenguas clásicas en los programas de enseñanza superior y el “Estudio de la Poesía épica cristiana” obra que revela una prosa rica en giros idiomáticos.
En 1.872 decidió salir de la Compañía de Jesús; años después expuso en sus “Memorias Intimas”. “Viví en la Compañía 10 años y tengo como uno de los más grandes beneficios que he recibido de la bondad divina esos diez años de vida religiosa pasada en la sotana jesuita”. ¿Por qué salió entonces? Parece que lo hizo para ayudar económicamente a su madre. Los jesuitas se sintieron molestos y con toda la razón. Diez años es mucho tiempo y por ello ejercieron influencias para evitar que González Suárez ingrese al Clero de las diócesis de Quito e Ibarra; mas, el Obispo de Cuenca, Remigio Estévez de Toral, lo llamó bajo su protección y se ordenó de Subdiácono el 4 de Agosto, de Diácono el 11 y de Presbítero el 18 de ese mes y al día siguiente fue sacerdote en el templo de la Concepción de Cuenca “de un modo privado y casi oculto”. El jueves 22 dijo su primera misa en el oratorio de la hacienda que poseía su padrino de vinajeras, Dr. Antonio Borrero, en el Valle de Chaullabamba. Cuatro meses después fue designado Canónigo Racionero de esa Catedral, ejercía la secretaría privada del gobierno eclesiástico y ayudaba con remesas periódicas de dinero a su madre en Quito, anciana, achacosa y como siempre pobrísima. (1)
Superada su crisis comenzó una vida cultural intensa. Vivía en casa de la familia Izquierdo Serrano, frecuentaba las reuniones literarias del “Liceo de la Juventud” que dirigía el Padre Julio Matovelle, donde se formaban los Poetas Marianos de los Sábados de Mayo, con los que versificaba. Estas creaciones se leían en la intimidad y González Suárez las denominaba Composiciones Furtivas; muchas romperá después, pero la colección de 11 originales y 15 traducciones se publicó en 1.877 en estrofas llamadas liras y han visto una segunda edición en 1.899, Editorial Herder, Alemania. El 77 también editó un estudio sobre Balmes de quien era un asiduo lector y el opúsculo “Belleza Literaria de la Biblia”. Escribía para los periódicos del Azuay, pronunciaba sermones y ganó fama y prestigio como sacerdote culto y más aún como orador.
El 8 de julio de 1.873 pronunció en la Catedral de Cuenca su oración fúnebre sobre el Dr. Agustín Cueva, médico venido de Europa y fallecido joven. En 1.875 y dio a la imprenta “Observaciones sobre el poder temporal del Papa”, escrito cinco años antes, con motivo de la ocupación de Roma por las tropas de Víctor Manuel II de Italia.
El 6 de agosto murió asesinado el Presidente García Moreno y el 21 de celebraron sus exequias en la Catedral, González Suárez improvisó un sermón en sólo dos horas, comenzando así: “No pertenecí yo a su partido político, como es notorio”… Basta y sobra, se encendieron los ánimos en su contra y en tal forma que Monseñor Toral le aconsejó imprimir la “Oración Fúnebre”, lo que le salvó de una segura prisión, porque de Cuenca
(1) Existen dos cartas del Padre Delgado, superior de la Compañía de Jesús en el Ecuador, dirigidas a Estévez de Toral, recriminándolo por haber aceptado a Gonzáles Suárez en su Diócesis.
escribieron al gobierno muchísimas calumnias; sin embargo, su madre, fue insultada y casi abofeteada en Quito, a la salida de una misa, por una beata señora que trató de reparar la memoria del dictador con acto tan innoble, mientras que en Cuenca, según Tomás Rendón Solano, se consideró el asesinato del tirano como la “aurora de un porvenir de rosas”.
El Viernes Santo de 1.876 predicó en la Catedral sobre “La Pasión de Jesucristo en el siglo Décimo Nono” que trata sobre el proceso de Jesús comparado con la situación de la Iglesia de entonces. “La Pasión” despertó intensos comentarios y el Obispo Toral volvió a aconsejar la impresión para desvirtuar el comentario jocoso que circulaba en Cuenca acerca de este sermón, calificado de parodia y sátira contra el Presidente Borrero, atacado por garcianos y radicales. Con motivo de la revolución de Veintemilla en Guayaquil y su posterior ascensión al poder dio a la luz “Opúsculos de polémica religiosa” colección de artículos de su pluma sobre tan palpitante tema.
El 22 de Febrero de 1.877 escribió su Informe a Monseñor Toral sobre la “Carta a los Obispos” de Manuel Cornejo Cevallos, que basado en las escrituras exigía libertad de conciencia, de prensa, tolerancia de cultos, etc. Garantías que por supuesto no existían en el Ecuador fanatizado y ultracatólico de esos días.
En abril murió asesinado el Arzobispo de Quito Monseñor Checa y Barba. González Suárez publicó una hoja suelta titulada “Un Mártir”, pero hechas las averiguaciones judiciales no resultó ningún radical implicado y el crímen perdió interés político. Entre marzo y agosto de ese año imprimió en Cuenca “Exposiciones en defensa de los principios católicos” replicando los decretos de Pedro Carbo, Ministro General del régimen.
En 1.878 fue designado Representante del Azuay ante la Convención Nacional reunida en Ambato y pronunció el discurso en los solemnes funerales acordados por la Convención a la memoria del Papa Pío IX, luego apoyó las reformas liberales que intentó Pedro Carbo imponer en esa convención. El 17 de octubre habló en la Iglesia de la Compañía durante las exequias de Vicente Piedrahita, asesinado misteriosamente en su hacienda “Palestina”. En septiembre apareció en Quito su primera obra arqueológica denominada “Estudios históricos sobre los Cañaris, antiguos habitantes de la Provincia del Azuay, en la República del Ecuador” con numerosas láminas dibujadas y grabadas al metal por Joaquín Pinto y su esposa Josefina Berrío, en la prensa litográfica de Carlos Matheus y Pacheco, corriendo la impresión general por cuenta de J. Guzmán Almeida. La edición constituyó un esfuerzo económico para su autor, salieron 100 ejemplares finamente encuadernados, que se vendían a 1 sucre cada uno y a duras penas se lograron colocar 15. No faltó quien se arrepintiera de haberse suscrito, otros lo calificaron de “ocioso” por ocuparse de cosas de los indios y así por el estilo. Sin embargo, su esfuerzo redundó en beneficio de la élite culta del Azuay donde le apreciaban en alto grado. Poco después el “Liceo de la Juventud” fundó su “Sección Histórica” motivados por tal obra González Suárez pensó quemar los restantes ejemplares pero felizmente no lo hizo. Hoy es un libro rarísimo e inestimable, joya bibliográfica nacional por ser el más antiguo estudio arqueológico del país.
Durante estos años en Quito descolló como orador pronunciando discursos y publicando otros: en la bendición de la bandera del Batallón Vencedores de Pichincha, en la Independencia de América, sobre la poesía en América, etc. este último, pronunciado en 1.871.
De regreso de la Convención el 20 de Marzo de 1.879 predicó en la Catedral el sermón fúnebre en las honras del Dr. Mariano Cueva, Vice Presidente de la República entre 1.860 y 1.862. El 10 de Agosto de 1.881 predicó en la Catedral de Quito sobre los héroes de la independencia y el patriotismo; entre los concurrentes estaba el Presidente de la República, Gral. Ignacio de Veintemilla. Ese año y en la Imprenta del Clero publicó en Quito el I Tomo de su “Historia Eclesiástica del Ecuador” que salió precedido por su “Discurso sobre la Iglesia Católica en América desde su fundación hasta nuestros días”. El motivo de esta obra hay que encontrarlo en la lectura del “Resumen de la Historia del Ecuador” aparecido en Lima en 1.870, escrito por Pedro Fermín Ceballos. González Suárez quiso llenar los vacíos que contenía, sobre todo en su parte más antigua y luego se decidió a escribir una obra nueva, antes que acotar la ajena e hizo bien.
En 1.882 murió su madre en Quito, con fama de santa y de vidente, tenía visiones que luego se cumplían.
Hacia 1.883 viajó a la capital invitado por el Arzobispo Ignacio Ordóñez Lazo que lo nombró Canónigo de esa Catedral y su secretario y le pidió que lo acompañe a la visita “ad-limina-apostolorum” que realizaría a Roma. Entre Ordóñez y González Suárez existía una antigua amistad nacida en 1.872 en Cuenca. Viajaron juntos a las Antillas, Francia, Suiza, Italia y España. En este último país González Suárez radicó dos años sin la compañía del Arzobispo y los aprovechó para estudiar los Archivos de Indias, Alcalá de Henares y Simancas, maravillándose de sus contenidos, hizo amistad con personajes de la talla de Menéndez y Pelayo, José Toribio Medina y con americanistas como Jiménez de la Espada; copió documentos y otros estractó con su clara letra redondeada, fácil de leer y tanto, que los originales que aún se conservan nos muestran su hermosa caligrafía. Por entonces sufrió una aguda crisis alérgica por el polvo acumulado en los archivos y perdió todas sus muelas o ¿acaso sería una descalcificación general?.
En 9 cartas que publicó en 1.884 en “La Revista del Sagrado Corazón de Jesús” dirigidas por el Padre Julio Matovelle en Cuenca, recogió sus “Recuerdos de viaje”; estas cartas verán una edición en 1.901. Nuevamente en Quito reasumió la secretaría del Arzobispo y empezó a compaginar los datos obtenidos en España. Fruto de este trabajo es la “Memoria Histórica sobre Mutis y la Expedición Botánica en Bogotá”, que apareció merced al apoyo que le brindó el Secretario Municipal de Quito, Dr. Leonidas Batallas.
1.884 fue uno de los más fructíferos años de su existencia; comenzó el “Atlas Arqueológico” y en la Imprenta del Clero editó “El Nuevo Mes de María” o explicación de la Salutación Angélica, en dos tomos; obra empezada durante la travesía a Panamá. Una segunda edición se imprimirá en Madrid, en 1.904. Igualmente fue en 1.884 que por muerte del Arcediano de la Catedral de Quito, Dr. Leopoldo Freire, lo llamaron a ocupar dicha dignidad y con tal motivo el Arzobispo Ordóñez lo nombró Visitador Apostólico para las Diócesis de Cuenca y Guayaquil. En 1.889 publicó “Refutaciones Históricas”.
En 1.890 escribió su “Ensayo sobre Lacordaire”. En 1.891 publicó en Quito su Tomo II de la “Historia General del Ecuador”; en 1.892 el Tomo III y el Atlas Arqueológico, también llamado el Tomo innumerado, con 44 láminas de objetos arqueológicos excavados por el autor y precedido por su estudio sobre la etnología nacional y “La imprenta en el Ecuador durante el tiempo de la colonia”.
Muerto Monseñor Ordóñez Lazo en 1.893, fue sucedido por el Obispo de Ibarra, Pedro Rafael González Calisto, quedando vacante esa sede; entonces se formó una terna para ocuparla, encabezada por el Canónigo Juan de Dios Campuzano y reunida la Junta Ocasional del Ministerio de Asuntos Eclesiásticos se escogió al segundo integrante de ella, González Suárez, postergando a Campuzano, que se resintió con el gobierno por este desaire.
En 1.894 salió el Tomo IV y se vendía en la tienda de Ciro Mosquera. El “Diario de Avisos” de Guayaquil publicó una nota de su corresponsal en la capital, anunciando que los padres dominicanos habían protestado contra la obra porque relataba numerosos escándalos suscitados en los conventos de frailes y monjas de esa comunidad.
Fray Reginaldo María Duranti, prior de los dominicanos en Quito, contestó al Diario de Avisos y refutó a González Suárez, pero el verdadero autor de ese estudio es el Dr. Pablo Herrera. El Obispo de Portoviejo, Pedro Schumacher, felicitó a Duranti, pero al mismo tiempo le recriminaba por no haber aclarado todo el contenido del libro, calificando a González Suárez de “ignorante, mentiroso, liberal, enemigo de la religión y una amenaza para los intereses católicos de la religión” (sic).
Entonces se levantó una ola de resentimiento contra el historiador. Duranti escribió a Roma, su denuncia puso en peligro la concesión de la mitra de Ibarra; aunque muchos le apoyaban y la Universidad Central pidió a González Suárez que tomara la palabra en las solemnes exequias que se tributaban al ex Rector Dr. Miguel Egas Cabezas, en su calidad de profesor de Historia de la Facultad de Filosofía y Literatura.
En junio de 1.894 se reunió el Congreso Nacional González Suárez era Senador por Pichincha, también asistió el Dr. Felicísimo López y López, Senador por Esmeraldas. López estaba excomulgado por ser autor del folleto “Cartas al Pastor”, por no retractarse en sus errores, haberse reafirmado en ellos, polemizar por periódicos y ser espiritista. Esto último resultó falso, puesto que sólo practicaba magnetismo e hipnotismo con sus pacientes.
López presentó la nota de su nombramiento firmada por el Presidente de la Municipalidad de Esmeraldas, la Comisión Calificadora informó que estaba en regla pero que no podía posesionarle debido a su condición subjúdice. El Congreso se instaló y pasó a discutir el punto, llegado el momento de la votación González Suárez abandonó la sesión absteniéndose deliberadamente de dar su voto. ¡Grave escándalo para la religión! Acusó Schumacher y le recordó que mientras duró su visita arqueológica a Manabí, no daba misas dianas, por lo que le llamó la atención varias veces González Suárez contestó que sufría del estómago y que el vino de consagrar le producía agrieras, saliendo a relucir una serie de incidentes menores ocurridos entre Shumador y González Suárez. Mientras tanto el Padre Duranti y Pablo Herrera habían trabajado una refutación al Tomo IV que publicaron con el apoyo moral de Schumacher y bajo el título de “La Veracidad del Sr. Dr. Federico González Suárez en orden a ciertos hechos referidos en el Tomo IV de su Historia General”, libro que despertó las más encendidas pasiones. “En el confesionario hubo religiosos que me calificaron de apóstata y de corrompido” reveló el propio González Suárez, que se ausentó a Ambato abatido por una cruel enfermedad, y no pudo leer ni escribir por algunas semanas. De allí continuó a Riobamba, escribió sus “Memorias Intimas” e inició la “Defensa de mi criterio histórico” para refutar a Duranti y a Herrera, obras que no llegó a publicar, con referencias importantísimas para el conocimiento de los principales sucesos de su vida.
A fines de 1.894 la situación política se tornó aun más crítica con el escándalo de la venta de la bandera. El régimen presidencial de Luis Cordero se desmoronó con la publicación del folleto “Censura de los actos administrativos” del Canónigo Juan de Dios Campuzano, que despechado por su postergación a la mitra de Ibarra se había convertido en el principal detractor del Régimen. A Cordero sucedió un período de inestabilidad política y el advenimiento del liberalismo radical con la revolución del 5 de junio de 1.895 que salvó a González Suárez de su forzado exilio, donde se hallaba en apretada situación por el mal predicamento que le tenía el Arzobispo Pedro Rafael González Calisto.
Al fin, en 1.896, fue electo Obispo de Ibarra y al año siguiente publicó el “Manual del Devoto del Santísimo Sacramento”, obra en 116 págs., conteniendo oraciones para un mes. Entonces surgió el incidente del periódico “El Carchi” editado en Tulcán, por católicos de manga ancha a los que González Suárez combatió con doctrina tomada de las sagradas escrituras y pronunció su famosa frase: “Primero la Patria”, en franco rechazo al “Dios y Patria” de los enemigos del régimen liberal exilados en Colombia; después, el Obispo de Pasto, Fray Ezequiel Moreno Díaz, amenazó con excomulgar a los padres de familia del Colegio Bolívar de Tulcán si no retiraban a sus hijos de dicho plantel, que dirigía el profesor Rosendo Mora. El asunto tenía cola porque años antes el profesor Mora había sido excomulgado y perseguido por el anterior diocesano de Pasto, Monseñor Caicedo, debido a discusiones religiosas y seudo doctrinarias.
Mora ejercía en 1.896 en Tulcán y mal podía depender de la diócesis de Pasto, como equivocadamente pretendía el Obispo Moreno Díaz. González Suárez tuvo que intervenir para defender su territorio eclesiástico y la soberanía ecuatoriana sobre esa zona y de no haber mediado ciertas circunstancias políticas el asunto habría concluido; pero, eran tiempos de lucha encarnizada, Schumacher residía a pocas leguas de la frontera, en el pueblecito de Samaniego, repleto de exilados. La polémica fue a Roma, la Sagrada Congregación dictaminó que González Suárez tenía razón y que Tulcán dependía de su diócesis. Monseñor Moreno viajó y fue recibido en audiencia privada por el Papa. Era la segunda ocasión en menos de cinco años que se denunciaba a González Suárez. El Papa “aclaró” el dictamen de la Congregación de Ritos y dio la razón a Moreno. El gobierno nacional declaró que no llevaría adelante las conversaciones diplomáticas con la Santa Sede sino se revisaba ese asunto. González Suárez reorganizó al “Bolívar” con personal ecuatoriano y pidió a Mora que se disculpe ante Moreno, pero no lo consiguió. Roma dio pie atrás, volvieron las cosas a su estado inicial y se hizo la paz.
En julio de 1.900 publicó el folleto “Cuestiones Palpitantes”, analizando los sucesos ya reseñados y libre de estas trabas y molestias aprovechó para insertar entre 1.902 y 1.903, en los Anales de la Universidad Central, su obra “Los aborígenes del Carchi e Imbabura”, escrita a raíz de varias excavaciones arqueológicas realizadas en 1.900. Una segunda edición saldrá en 1.908. El 10 de Agosto de 1.904 predicó en la Catedral de Ibarra sobre el patriotismo como virtud cristiana.
En 1.906 ascendió al Arzobispado por muerte de su antecesor y sin oposición canónica porque la mayor parte de los prelados – nacionales y extranjeros – se hallan desterrados del país. Ese año publicó “Estudios Literarios” en 191 págs. En 1.907 y en 1.908 salió la segunda serie (2) que continuó en 1.909 con un tomo en 143 págs. y felicitó al Presidente Alfaro y al Partido Liberal por la llegada del ferrocarril a Quito.
Entre 1.909 y 1.913 publicó tres volúmenes de opúsculos titulados: “Miscelánea”, “Nueva Miscelánea” y “Miscelánea Religiosa” con artículos editados aunque poco conocidos, en 203 y 308 págs. respectivamente. Desde el 24 de julio de 1.909 presidió las sesiones de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos”. En 1.910 bendijo la bandera del batallón universitario que marchó a la frontera sur a pelear con el Perú, compuso una “Arenga”, Presidió la Junta Patriótica Nacional y dijo “Si la Patria debe morir, que lo haga peleando contra el enemigo y no envuelta en las sutiles redes de la diplomacia”. En 1.911 publicó dos tomos de “Obras Oratorias” donde recogió sus discursos.
En 1.912 intervino en los sucesos posteriores al arrastre de los Alfaro y en el Boletín Eclesiástico tuvo palabras de encomio para la memoria del asesinado General Julio Andrade. A petición del Municipio quiteño prologó los “Escritos de Espejo”, en 1.914 editó las “Advertencias para buscar, coleccionar y clasificar objetos arqueológicos pertenecientes a los indígenas, antiguos pobladores del territorio ecuatoriano” y en 1.915 las “Notas Arqueológicas”.

(2) Los Estudios Literarios contienen: Dos palabras, Belleza literaria de la Biblia, Crítica Literaria poética del cristianismo, Los iniciadores de la restauración literaria católica en Francia, Chateaubriand, La poética del Cristianismo, Crítica Literaria, Fray Luis de León, Reminiscencias Políticas, méritos de Fray Luis de León, comparación entre Horacio y Fray Luis de León, juicio crítico de sus obras, El Evangelio, de la poesía Epico Cristiana, concepto de la Belleza, la Cristiada del Padre Hojeda, la Teología Dogmática y la Poesía, El Paraíso perdido de Milton, las regiones de Ultratumba en la poesía épica cristiana, La Divina Comedia, Inicio sobre el poema, Literatura Pagana y Literatura Cristiana, Poemas bíblicos de San Avito.
Cansado de tantos trabajos y aquejado de uremia, murió en Quito, el Sábado 1°. de diciembre de 1.917, a los 73 años de edad y 11 de Arzobispado. El Estado decretó honras fúnebres. La Academia Nacional de Historia patrocinó en 1.937 la publicación de “Defensa de mi criterio histórico” y Monseñor Manuel María Pólit Lazo editó dos gruesos volúmenes titulados “Obras pastorales del Ilmo Sr. Dr. Dn. Federico González Suárez”. En 1.930 apareció “Memorias Intimas” que alcanzó gran éxito y se reeditó un año después y luego en 1.936, en esta última edición figura como apéndice la biografía escrita por Nicolás Jiménez y las “anotaciones” que comenzó a escribir Monseñor Pólit antes de su muerte.
El retrato moral y físico del gran Arzobispo lo muestra de “estatura pequeña, cabeza bien formada, cabello entrecano, frente alta y limpia donde brillaba la centella del genio, espesas y arqueadas cejas, el mirar melancólico y penetrante, la nariz larga y algo extendidos los labios al terminar en su parte inferior, las mejillas blancas, sonrosadas y salientes; la boca grande y gruesos labios, el andar lento y mesurado. Tranquilo y apacible en el trato familiar y cuando estaba de buen humor, serio y severo en el ejercicio del Ministerio sacerdotal. De temperamento nervioso y sensible, al contemplar su rostro bien a las claras se veía que un sentimiento de tristeza profunda dominaba su alma noble y generosa. Sus modales decorosos y dignos inspiraban respeto y aún veneración. Tenaz en sus propósitos y firme en sus resoluciones, nunca le faltó el valor para llevar a cabo empresas de trascendental importancia. “Sobrio y Laborioso”. Solía decir que el honor era el premio a la virtud.
Melancólico, pesimista y misógino, huía del trato social creyendo con ello que ganaba tiempo y no se comprometía en etiquetas. Pocos, poquísimos amigos y sobre todo, cultivó la amistad de la familia Batallas; casi nunca reía pero formó discípulos en las disciplinas históricas y una nueva generación de sacerdotes más a tono con la realidad del país. Sirvió de puente y evitó el abismo entre dos mundos, el decimonónico que él clausuró y el siglo XX que inauguró con su influyente personalidad de sabio y sacerdote.
Al recibir a cualquier persona levantaba la cabeza y el pecho para mirarla de frente, gesto que le daba un aire señoril y regio, como de quien no se intimida ante nadie y que infundía respeto y algo de turbación en cuantos se le acercaban, sobre todo la primera vez.
De índole comunicativa, gustaba de la conversación y de las tertulias de amigos, deleitándolos con las anécdotas que refería con gran franqueza y cierto salado gracejo.
Su mayor obra es la Historia General del Ecuador compuesta de siete tomos más el Atlas Arqueológico aparecidos entre 1.890 y 1.903, libro clásico en las letras ecuatorianas.

 
           Numa Pompilio Llona

Nació en Guayaquil el 5 de Marzo de 1.832 y fue bautizado con los nombres de Manuel Pompilio que luego cambiará por Numa Pompilio, más acorde con sus aspiraciones de grandeza. Hijo del Dr. Manuel Leocadio de Llona y Rivera, notable abogado, perseguido en 1.818 por el Gobernador Mendiburo por sus ideas, expresiones y actitudes patrióticas. Prócer de la Independencia y firmante del Acta del 9 de Octubre de 1.820, Síndico Municipal de Guayaquil y activista bolivariano en 1.822, hizo arriar el pabellón bicolor de Guayaquil Independiente del malecón de la ciudad para izar el tricolor colombiano, acción que le atrajo el odio eterno de los elementos tradicionales de la ciudad que jamás le perdonaron dicha ofensa; y de Mercedes Echeverri Llados, de la nobleza de Cali en Colombia, hija del prócer Echeverri, flagelado por los españoles por ocultar en su casa a su amigo y compadre Darío Micolta, uno de los más valerosos caudillos revolucionarios de ese país.
El Dr. Manuel Leocadio de Llona y Rivera después de 1.822 sufrió el abandono social a causa de su acción política, lo que influyó para que en 1.828 se distanciara de su cónyuge Antonia de Marcos y Crespo con quien había casado ese año y de su tierno hijo Antonio, refugiándose en el amor de la hermosísima Mercedes, de paso por Guayaquil, acompañando a su padre, militar de los ejércitos de Colombia. Con ella vivió en su quinta de la esquina suroeste de las calles Chile y Luque donde les nacieron varios hijos y entre ellos Numa Pompilio. Como el escándalo social era grande, la familia Llona y Echeverri viajó a Cali en 1.836 y radicó en el valle del Salado, donde los Echeverri eran dueños de una finca que el poeta recordó con cariño llamándola mi Arcadia en su Odisea del Alma y allí transcurrió su adolescencia. Aguirre Abad, en su “Bosquejo Histórico”, al referirse al Dr. Manuel Leocadio de Llona y Rivera le dice: “Célebre por sus talentos y más que por ellos, por su conducta traviesa e inmoral” expresión que constituye una exageración sin lugar a dudas.
En 1.853 ocupó la cátedra de Estética y Literatura General de la Universidad de San Marcos demostrando amplios conocimientos sobre los clásicos griegos y latinos y sobre las principales figuras del cristianismo. Por esos años alternaba con el periodismo, desde 1.854 hasta el 59 fue redactor principal y literario del diario “El Comercio” de Lima, decano de la prensa peruana, escribiendo con esa brillantísima generación poética formada por Fernando Velarde, Luis y José Arnaldo Márquez y Manuel Adolfo García, a la que se unieron Clemente Althaus y Juan de Arona, el venezolano José Vicente Camacho, Luis Benjamín Cisneros, Ricardo Palma, Carlos Augusto Salaverry. De esa época es su afamada “Oda al General Necochea y a América”.
Entre 1.860 y el 62 ejerció el Consulado General del Perú en Madrid y tuvo la oportunidad de tratar a los principales literatos de la península. En 1.864 fué designado Secretario del Congreso Americano reunido en Lima con el objeto de repeler la agresión española a las costas peruanas y compuso el poema lírico “La toma de las islas de Chincha” que después incluyó en “Los Clamores de Occidente”.
Obras Literarias
Entre sus obras literarias se encuentran diversos temas sobre los acontecimientos y circunstancias de la vida. Escribió sobre asuntos religiosos y patrióticos, estéticos y filosóficos. Buscaba los temas y los lectores. No hay una composición que no esté dedicada a un personaje o a una nación
  • Cien Sonetos Nuevos
  • Interrogaciones
  • Amor Supremo
  • Himnos, dianas y elegías patrióticas y religiosas
  • De la penumbra a la Luz
  • Cantos Americanos
  • Nuevas poesías
  • Artículos en Rosa
  • Noches de Dolor en las Montañas
  • Canto a la Vida*Odisea del Alma
  • Clamores de Occidente
  • El gran enigma
  • Noche de dolor en las montañas
  • Grandeza Moral

Los arqueros negros
Tras el hombro el carcaj : un pie adelante;
con el brazo fortísimo membrudo
tendiendo el arco; y, con mirar sañudo,
inclinado el etiópico semblante,

así, en hilera, el batallón gigante
de dolores me acecha torvo y mudo;
y sus saetas clava en mi desnudo
ensangrentado pecho palpitante!…

¡Mas no de tus flecheros me acobardo
ante el airado ejército sombrío;
sus golpes todos desdeñoso aguardo!…

¡Manda a tu hueste herirme, oh Hado impío,
hasta que lancen su postrero dardo!
Hasta que se halle su carcaj vacío. 


DOLORES SUCRE LAVAYEN



Nació en Guayaquil en 1.837. Hija legítima del Coronel José Ramón de Sucre y de la Guerra, nacido en 1.798 en Cumaná, Venezuela, que realizó las campañas militares de su Patria y de Nueva Granada y posteriormente combatió en Junín, Ayacucho, el sitio del Callao y Tarqui y de la guayaquileña Mercedes Lavayen y García, casados en 1.834, Vocal de la Junta Curadora de niñas en 1.845, mujer intelectualizada para su tiempo.
A los siete años de edad recibió las primeras letras de su madre, mujer culta y activa “que desenvolvió su vida en un medio que negaba la participación de la mujer en igualdad del hombre” y asistió a la escuela de la preceptora Cruz Andrade Fuente Fría de Drinot, “quien la inició en el cultivo de las bellas letras adivinando que en el pecho de la niña que recién gorjeaba, se agitaba un mundo de lirismo y de poesía.”
De quince años apenas ya daba muestras de poseer un talento nada vulgar y versificaba hasta por mera distracción. Poco después se enamoró perdidamente de un joven inglés apellidado Perinmen, quien correspondía sus anhelos con nobles y profundos sentimientos y cuando ya estaba fijada la fecha de la boda; ocurrió que, estando el novio aceitando un arma, se escapó el disparo que segó su vida. Dolores “se entregó por entero a su dolor y a la poesía, surgiendo de sus labios rosas y lirios para el amado y toda una gama de perfumadas flores para Dios, la Patria, la verdad y la virtud, temas que serían constantes en su inspiración románticas y añorosa.
En 1.870 visitó el Perú y fue presentada por su paisano Numa Pompilio Liona en el Ateneo de Lima, siendo admirada por Pedro Paz-Soldán que escribía con el seudónimo de Juan de Arona, por Clemente Althaus y por Ricardo Palma. Posteriores viajes a Lima le permitieron ingresar a las célebres tenidas del “Círculo Literario” y. trabó amistad con escritores de la categoría de Teobaldo Corpancho, Carlos G. Amésaga y Clorinda Matto de Turner, autora de “Aves sin nido”, novela indigenista y anticlerical, que abrió una nueva etapa en las letras femeninas americanas.
Desde el 10 de enero de 1.871 colaboró en el periódico religioso y literario “La Esperanza” y vivía en la Parroquia del Sagrario con su padre y hermanos. En 1.874 falleció su madre que tanto la había alentado en sus afanes literarios y el 11 de agosto de 1.880 su padre, entrando una discreta pobreza al hogar compuesto de otras dos hermanas solteras llamadas Carmen y Obdulia, con quienes empezó a recibir alumnas, desde el 1° de enero de ese año, en su casa, enseñando a leer y a escribir, las cuatro reglas y labores de mano, así como lo necesario para la vida social de la época. La Escuela de las señoritas Sucre pronto estuvo considerada entre las mejores del Guayas junto a la de las hermanas Fuentes y a la de Rita Lecumberry Robles.
En 1.881 colaboró en la revista el “Album” y en la “Guirnalda Literaria” por paga exigua, y formó parte de la Sociedad de Beneficencia de Señoras donde su tía Dolores Jiménez de Sucre ocuparía la presidencia seis años después.
Igualmente, por influencia de la poesía de Llona y acordándose de los gloriosos hechos militares que le había referido su padre, su romanticismo inicial volvióse de corte clásico, académico y social y fueron los temas cívicos sus preferidos. Fue, pues, una poetisa del segundo período del romanticismo ecuatoriano o lo que es lo mismo, del romántico tardío.
También fue miembro de la Guardia de Honor de la Virgen de la Merced y allí hizo amistad con Carmen Pérez de Rodriguez-Coello y con Angela Carbo de Maldonado, quienes también escribían poesías; sin embargo, Dolores, las aventajaba a ambas por su incansable actividad en “La Esperanza” y en “Los Andes”, periódicos tradicionales del puerto principal donde tenía columna propia dedicada a la mujer y por eso se la considera una avanzada del feminismo de su tiempo en el Ecuador.
En 1.883 cantó al Centenario del Nacimiento del Libertador, luego en las inauguraciones de las estatuas de Bolívar y Rocafuerte; fueron poesías de compromiso, cantos a héroes del pasado, que como ya se ha dicho, la alejaban de sus primeras y espontáneas manifestaciones y de la realidad cotidiana y por ello empezó a expresarse en difíciles retruéncanos, tal si con ellos obtuviera algún mágico efluvio que le causara raro embeleso.
Para pedir un vaso de leche en el desayuno decía: “Mucama, pasadme el líquido perlático que nos proporciona la consorte del toro”. Para que le dieran su vestido negro: “Tomad el acero (la llave) abrid el madero (el ropero) y sacad el de luto vestir”. Un día, que pasaba por los bajos de su departamento ubicado en Vélez entre García Avilés y Boyacá, un simplísimo carbonero, lo llamó de la siguiente manera: “Buen hombre ¿cuánto reporta actualmente un saquillo del producto del fuego sobre la madre naturaleza? En otra ocasión para solicitar un huevo duro en el almuerzo, lo hizo de la siguiente forma: “Por favor, deseo un óvulo gallináceo afectado por el calor acuoso”. También acostumbraba decir en su casa: “Doméstica, corred los linos, abrid los pinos y dejad que el céfiro penetre”, para pedir que le abran las ventanas y las cortinas. Frases que movían a risa a quienes las oían y eran prontamente repetidas en toda la ciudad con notable éxito entre los chuscos que nunca faltan.
Sus hermanas dizque le entendían todo porque ya se sabían de memoria su forma extraña de hablar, pero no ocurría lo mismo con la generalidad de las gentes que se quedaban en babia, sin saber qué responderle
El 96 publicó varios poemas en la “Semana Literaria” de Manuel J. Calle en Quito.
En 1.898 colaboró en la revista quincenal, ilustrada, de letras, artes, ciencias y variedades “El Crepúsculo”.
En 1.900 protestó públicamente y acusó al Gobierno del general Alfaro de “mantener en el ostracismo al clarísimo poeta nacional Dr. Cesar Borja Lavayen, por causas nimias que la grandeza olvida y el amor perdona…” y tanto molestó sobre el tema que, a la postre, después de algunas semanas de estas quejas, consiguió que le permitieran regresar a su primo segundo el Dr. Borja Lavayen de San José de Costa Rica, donde vivía exilado desde 1.895.
Este generoso gesto le granjeó una ola de popularidad nunca antes vista en mujer alguna en Guayaquil y hasta fueron a vitorearla los estudiantes universitarios, pero ella se negó a salir a la ventana diciendo que lo hecho era solamente una migaja de su corazón y no cosa del otro mundo como para merecer tantos aplausos, bien es cierto que el asunto se estaba prestando a burlas y ella lo adivinaba.
Numerosos poetas, periodistas y escritores la visitaban o se carteaban con ella: Juan Abel Echeverría de Ambato, Angel Polibio Chávez de Guaranda, José Abel Castillo, etc.
El 10 de octubre de 1.904 los ecuatorianos coronaron a Llona, que en su ancianidad atravesaba por una cruel pobreza. Dolores fue designada por el comité organizador para colocarle la corona de hojas de laureles de oro y en tal oportunidad recitó un admirable soneto que conmovió los más altos sentimientos del país. Poco después, en marzo siguiente, un grupo de jóvenes propusieron su coronación y fueron apoyados por los redactores de la revista quincenal de literatura y arte “Guayaquil Artístico”. Ella se opuso en carta abierta, pero de todas maneras los socios del Club de la Unión presididos por el Dr. Francisco X. de Aguirre Jado, organizáronse en Comité y pidieron a la Municipalidad que en el programa de las fiestas octubrinas se colocaran los actos del Homenaje, que poco a poco fue tomando características nacionales por las adhesiones que se recibían de todo el país.
La Coronación se fijó para el 9 de Octubre de 1.905. El Dr. Vicente Paz Ayora ofrendó a nombre del Comité la “Lira de oro, brillantes y esmeraldas” que fue colocada por María Sánchez Urbina, entre números de canto y piano. Llona intervino con un sentidísimo elogio y solamente hubo que lamentar la imprudente conducta del poeta Nicolás Augusto González Tola, que ingresó al Teatro Olmedo del brazo de una amiga con quien vivía públicamente y como González había sido designado el orador de la noche, el asunto tornóse serio y mal hubiera terminado pues las damas quisieron retirarse y únicamente aceptaron permanecer en sus asientos para no deslucir el acto ni dañar la noche a la poetisa, pero lo hicierona desgano y muy contrariadas.
Dolores Sucre entró en compañía de sus hermanas y mejores amigas y sentóse en una especie de sillón del trono. Fue su noche de gloria pues recibió de Guayaquil más que una corona, recibió una lira y el homenaje cariñoso que había despertado su simpatía y bondad a través de numerosos años en el magisterio femenino y en el periodismo de altura y espiritualidad. Homenaje que también le tributó la sociedad por su prestancia como hijo de un prócer y sobrina de un héroe. El Ateneo de Lima le envió una efusiva felicitación, que fue leída y mereció aplausos. La colonia venezolana se hizo presente con sus amigas Pepita Gual y Domínguez y Mercedes Acevedo y Paz-Castillo de Manrique, hija y nieta de próceres, respectivamente.
Entonces Dolores declamó un poema compuesto de 23 décimas, diciendo en la última:// “Compatriotas, con la lira/ que condecora mi pecho/ Me da a la gloria derecho/ Mas, mi musa no delira/ Si os juro que en esta lira/ la Patria con esplendor/ me paga deudas de amor/ al ver mi tumba cercana/ ¡Salve el cielo al Ecuador!// aunque en esto de la tumba cercana anduvo errada pues vivió hasta los ochenta años, falleciendo el 5 de junio de 1.917 y “fue vestida con el albo traje de la Virgen mercedaria, juntas las manos en mística plegaria, llevando en su pecho prendida cual estrella, la lira de diamantes que el pueblo y su ciudad le habían tributado doce años antes y se dio el curioso caso que las damas de la ciudad, “rompiendo las barreras de prejuicios absurdos, acompañaron al cortejo solemne hasta su último morada y diéronle el adiós, así, en forma tan inusual”. El Presidente de la República, Alfredo Baquerizo Moreno, por su parte, expidió un decreto de honras.
En 1.914 habían aparecidos sus “Poesías”, recopilados por ella misma y editadas en Barcelona, con escogidos partos de su númen, “que tuvo la sencillez de un clasicismo proporcionado, casto y desnudo como el de las estatuas griegas”; pero, su pensamiento, no traspasó la etapa mariana que imponía a la mujer la sumisión total en el hogar y un simple papel secundario en sociedad. En 1.920 se editó su “Corona Fúnebre”.
Fue mujer de estatura más que mediana, cabeza imponente, cabellos negros, grandes ojos y nariz aguileña; solía vestir de blanco entero como era costumbre por entonces y en la ancianidad llegó a la obesidad.
Tuvo un altísimo sitial y el glorioso apellido que ostentaba la convirtió en figura de primera magnitud, “pero no actualizó su verso ni su pensamiento guardó relación con las transformaciones políticas del mundo y de su Patria”, quedando rezagada en un romanticismo arcaico y cuando murió representaba solamente el recuerdo de una poesía decimonónica y afectada.
Muchos años después el poeta Enrique Segovia escribió sobre ella lo siguiente: “Precisa y luminosa conservo la visión de la dulce y venerada anciana, cruzando la ancha calle Boyacá, con lento y fatigado paso, una mano apoyada en el brazo de mi padre (se refiere al notable educador Nicolás Segovia) y la otra en su clásico bastón. Recuerdo que contemplaba con deslumbrados ojos a esa elegante matrona, cuya faz semienmarcada por alto y complicado peinado, del que pendía amplio velo de finísimo encaje, tenía un sello de grave distinción y auténtico señorío, y a despecho de los años era hermosa. Vivía con sus hermanas Carmen y Obdulia en una espaciosa casa. Las tres ejercían el magisterio y regentaban una escuela fiscal de niñas que funcionaba en el mismo edificio donde ellas vivían, en Boyacá entre 9 de Octubre y Vélez, si bien la poetisa siempre dio preferencia sobre todo lo demás al cultivo de las letras, su máxima y constante preocupación y el invariable y rico alimento que la nutría, vigorizaba su mente y confortaba su espíritu. La poesía fue el distintivo primordial de su personalidad y la razón suprema de su vida. Ejercicio magno, profesión excelsa, de génesis vocacional, que tuvo en ella carácter religioso, que la elevó y dignificó, infundiéndole fe y energía. Fue un entregarse pleno y total, con algo de grandioso holocausto y sublime renunciación, aunque también se dedicó al cultivo del canto. Cierto es que insistentemente habla en sus versos de íntimas congojas; sin embargo, su tono es sereno y revela valor y confianza. La práctica magistril, el diario alternar con niñas, la labor de instruirlas y educarlas, eran también campo propicio a su temperamento idealista y bondadoso, y de fijo, contribuyeron eficazmente a disipar sus sombras y aligerarle el peso de sus desdichas. Genuina señora que aún ostentado la grandeza de su aristocracia, prefirió siempre y cifró en ello su más alto orgullo, en la grandeza del corazón, el lustre del talento”.


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